viernes, 11 de marzo de 2011

VITAMINA Nº 46

LA CARPINTERIA

Cuentan que en una carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa?

¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.

El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.

Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se pasaba el día midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades.

Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos. La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto.

Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.

Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán. Cuando en una empresa el personal busca a menudo defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es cuando florecen los mejores logros humanos.

Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de inspirar todos los éxitos humanos.

VITAMINA Nº 45

EL GRAN JUEZ

Y estando un alma arrepentida frente a Dios, ésta le escuchó decir: "Estás frente a mí, despojada de todo atributo humano. ¿Y qué te traes contigo ahora? ¿Dónde está todo el esplendor y la gloria de la carne? ¿Qué cosa tan importante tienes para mostrarme, que te justifique y me asombre? ¿Dónde ha quedado la soberbia, el orgullo, y toda esa vanidad pretenciosa que ocultó tu verdadera razón de ser? ¿Recuerdas? Habías prometido cumplir con mi voluntad divina... ¿Y qué pasó?.

¡Lo olvidaste, por atender los egos de la transitoriedad y lo superfluo! La carne te obsesionó a tal punto, que de mí sólo te acordaste de tanto en tanto. ¡Mira hacia atrás! ¿Qué ves?.. ¡Nada! Sólo recuerdos momentáneos de algún triunfo pasajero. Junto a esa materia inerte y fría que fue tu cuerpo, y que pronto será polvo... ¿Hay alguna de las posesiones por las que tanto luchaste en tu vida terrenal? ¿Algo deja de ser, porque tú no estés? ¡Todo continúa, nada se detiene! Mi bondad seguirá dando, sosteniendo, renovando... Así siempre fue, es y será... ¡Cuánta energía mal dirigida, pequeña mía!.

Y después de tanto penar, sólo una cosa te traes contigo: dolor. El inmenso dolor de haber comprendido en un instante de sufriente agonía que lo único que tenías que hacer, era dar amor... Nada más que amor, porque eso tan sólo te pedí. Pero te contagiaste del egoísmo humano... ¡Lástima! Frágil y fugaz fue lo que revistió tu luz... Y ahora aquí estás, esperando vaya a saber qué cosa yo haga contra ti.

¡Nada haré! Estoy contigo como lo estuve siempre, en todo momento y circunstancia, sin exigencias y sin perder la fe en ti. ¡Fuiste tú la que te apartaste! Al dejarte llevar por los deseos del cuerpo, cuando lo único y verdadero es lo mío... Todo lo demás son vanas ilusiones, sueños que se esfuman, nada que quede y perdure en el tiempo terrenal.

¿Me estás pidiendo una nueva oportunidad? Sea, mi pequeña luz amada, limpia vuelves a estar ahora. Retorna sin memoria, ni pasado, en otro cuerpo... y cumple esta vez con tu sagrada misión de paz y amor. ¡Pero no olvides que yo estaré observando! sé humilde en todo pensamiento, palabra y obra. ¡Ama! Por sobre todas las cosas, aún cuando no seas correspondida en la misma medida. ¡Ayuda!... sin desear ni esperar recompensa alguna. mantente así, limpia y pura, ante las miserias que generan las apetencias materiales.

Si lo logras... espiritualizando al cuerpo que te toque en suerte la próxima vez... Yo, tu Creador y Padre de todo lo creado, receptor de grandezas y equivocaciones, te daré la Eternidad, porque entonces sí, mi bien amada: Tu pequeña luz se acoplará a la mía para siempre.

¡Es mi promesa!

VITAMINA Nº 44

LA ISLA DE LOS SENTIMIENTOS


Érase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la alegría, la tristeza y muchos más, incluyendo al amor. Un día les fue avisado a sus moradores que la isla se iba a hundir, por lo que todos los sentimientos se apresuraron a abandonarla. Abordaron sus barcos y se prepararon a partir apresuradamente. Sólo el amor permaneció en ella; quería estar un rato más en la isla que tanto amaba, antes de que desapareciera. Al fin, con el agua al cuello y casi ahogado, el amor comenzó a pedir ayuda.

Se acercó la RIQUEZA que pasaba en un lujoso yate y el AMOR dijo: "RIQUEZA llévame contigo!". Le contestó:"No puedo, hay mucho oro y en mi barco, no tengo espacio para ti. Le pidió ayuda a la VANIDAD, que también venía pasando: "VANIDAD por favor ayúdame". Le respondió:"Imposible AMOR, estás mojado y arruinarías mi barco nuevo". Pasó la SOBERBIA, que al pedido de ayuda contestó: "Quítate de mi camino o te paso encima!" Como pudo, el AMOR se acercó al yate del ORGULLO y, una vez más, pidió ayuda. La respuesta fue una mirada despectiva y una ola casi lo asfixia.

Entonces, el AMOR pidió ayuda a la TRISTEZA: me dejas ir contigo?. La TRISTEZA le dijo: "Ay AMOR, tu sabes que siempre ando sola y prefiero seguir así". Pasó la ALEGRIA y estaba tan contenta que ni siquiera oyó al AMOR gritar. Desesperado, el AMOR comenzó a suspirar, con lagrimas en sus ojos. Fue entonces, cuando una voz le dijo: Ven, AMOR, yo te llevo". Era un anciano el que le decía eso. El AMOR estaba tan feliz que olvidó preguntarle su nombre. Fue llevado a la tierra de la SABIDURIA y, una vez allí, el AMOR, preguntó a esta: Quién era el anciano que me trajo y salvó mi vida? La SABIDURIA respondió: era el "TIEMPO". ¿El TIEMPO?. Pero, por qué el tiempo me quiso ayudar?, preguntó el AMOR.

La SABIDURIA le respondió: Porque sólo el tiempo es capaz de ayudar y entender a un gran AMOR. Entonces, amigos míos.......No importa cuanto tiempo esperamos, si existe el AMOR, el TIEMPO nos ayudará a esperar aquello que más deseamos. Todo es hermoso en el tiempo exacto que DIOS tiene para nosotros, ni antes ni después.

VITAMINA Nº 43

EL ARTESANO

La quebrada tenía tantos colores, que era imposible determinar dónde cambiaban. El paisaje era fabuloso, impactante, enorme. Los caminos, un poco de ripio y un poco de asfalto más roto que sano, nos llevaban hasta bien adentro de la región. Prácticamente no había casas por ahí, la soledad era algo más que una lejanía de otras personas, era más una forma de vivir, una sensación de seguridad, a salvo del ruido y el apuro.

Esas montañas estaban ahí desde nadie sabe cuándo, todo tan antiguo y a la vez tan vivo, tan sobrecogedoramente vivo. Las escasas y pequeñísimas viviendas que veíamos parecían más minúsculas aún, al lado de las paredes de piedra, y el río, que por momentos desaparecía de la vista. Algunos pájaros, volaban muy alto sobre la quebrada. Después sabríamos que eran cóndores, los reyes indiscutidos de las alturas.

Cruzamos un vado sobre un arroyo casi seco, y vimos una casita sobre el lado derecho de la ruta, pero unas decenas de metros hacia adentro, bajo unos árboles grandes, muy viejos. Bajamos a mirar el paisaje, y vimos que había un precario mostrador hecho con ramas, en el caminito de tierra que llevaba a la casa. Sobre él, se exhibían objetos de cerámica, esa cerámica negra propia de la región, y tan hermosa.
Lentamente, se acercaba un anciano, un hombre encorvado, con los rasgos típicos de las tribus que habitaron la quebrada muchos años atrás. Nos saludó en voz baja, como toda la gente que vive en esas latitudes, donde nadie habla alto, porque el silencio permite oírse aún a distancia.

Entablamos una conversación liviana, hasta que le pregunté de sus cerámicas. Ahí pareció surgir desde su cuerpo anciano, un príncipe de la tribu mataco. Se puso feliz de que alguien quisiera saber, y contó. Nos dijo que nunca fue a la escuela, que siempre había sido pastor y que vivía solo desde que su esposa murió y sus hijos se fueron a la ciudad. Se sostenía con lo que la tierra le daba. Y era un artista. "Artista pobre" decía él.

Había que ver sus cerámicas para descubrir el espíritu milenario que le daba fuerza y arte para realizarlas. Tenían formas de animales, y seres de su propia mitología. Las acariciaba como si fueran niños, las recorría con sus manos duras de trabajo, siguiendo las líneas, reconociéndolas como si tuviera que encontrarlas en la oscuridad, sabiendo cuál es cuál. Sus ojos estaban húmedos cuando nos dijo que casi nadie pasaba ya por allí, y por ende, casi nadie compraba sus obras. Por detrás, se acercaba un perro sin raza, que vino a frotarse contra sus piernas. "Este es mi único amigo", dijo el hombre. "Ya todos los demás se fueron, a la ciudad, o para arriba", agregó señalando al cielo con el pulgar.

Estudié con atención sus trabajos, y le dije que quería llevármelos. Contestó que no, que mejor me los regalaba, porque ya no le importaba venderlos, prefería dármelos porque veía que los valoraba. No hubo manera de convencerlo, hasta que accedió a venderme sólo dos, y me regaló otros dos.

Nos despedimos diciéndonos "Hasta pronto", pero todos sabíamos que no sería así. Éramos viajeros, y no volveríamos por allí, quizá nunca más. Cuando nos alejábamos, lo ví caminar despacito hacia su casa, con el perro, en la soledad y el silencio de la quebrada. Me paré a verlo una vez más, y lo observé sentarse en un banquito de ramas, cerca de su montón de arcilla. Puso las manos en ella, y yo creo que comenzó a idear una nueva pieza, algún animal de la tierra, o un espíritu tribal, o una esperanza. Casi no había luz, y nos íbamos. Lo dejamos ahí, como había estado tanto tiempo, solo en las montañas.

Por la misma casualidad que genera encuentros y desencuentros, volvimos a tomar ese camino, algunos años después. Yo tenía ansiedad por llegar al lugar donde conocimos a aquél hombre, quería verlo otra vez. Cuando alcanzamos a ver la casa, nos detuvimos y bajé a buscarlo. Clavado en un poste hecho con una rama gruesa, había un cartel mal escrito y de letras blancas sobre un trozo de chapa. Decía: "En venta. Por cerámicas, consultar a Pedro Moral, hijo."

Nunca nos dijo su nombre, ni se lo preguntamos. Nos quedó su imagen, y sus obras. Cuando me alejaba y me volví, otra vez, a mirar todo de nuevo, me imaginé que nos saludaba con la mano.

El tiempo pasa, las cosas desaparecen, los objetos se pierden. El espíritu permanece.

VITAMINA Nº 42

PARA DETERNOS Y PENSAR

La paradoja de nuestro tiempo en la historia es que tenemos edificios más altos, pero menos paciencia, pistas de alta velocidad, pero las más estrechas perspectivas de comprar más, y disfrutar menos. Tenemos casas más grandes y pequeñas familias...más comodidades, pero menos tiempo, ...más títulos, pero menos sentido común...más conocimientos, pero menos entendimiento...más expertos, pero más problemas,...más medicinas, pero menos salud.

Bebemos mucho, fumamos demasiado, gastamos sin medida, reímos muy poco, conducimos bastante rápido, nos levantamos bastante tarde, despertamos bastante cansados, leemos raramente, vemos demasiada TV y oramos pocas veces. Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero reducido nuestros valores.

Hablamos mucho, amamos raramente y odiamos frecuentemente. Hemos aprendido como hacer un modo de vida, pero no un modo de vivir, hemos agregado más años a nuestra vida, pero no más vida a nuestros años. Hemos ido hasta la luna y regresado, pero no nos esforzamos en cruzar la calle y conocer a nuestro nuevo vecino.

Hemos conquistado el espacio exterior, pero no nuestro espacio interno. Hemos hecho grandes cosas, pero no mejores cosas. Hemos limpiado el aire, pero contaminado nuestra alma. Hemos partido el átomo, pero no nuestro prejuicio. Hacemos más planes, pero no los terminamos. Hemos aprendido a apurarnos, pero no a esperar. Construimos más computadoras para mantener más información, para producir más copias que nunca, pero tenemos menos comunicación.

Son los tiempos de comidas rápidas y digestiones lentas, de hombres altos y de carácter bajos, exorbitantes ganancias y relaciones superficiales. Estos son los tiempos de paz mundial, pero de guerras domésticas...más pasatiempos, pero menos diversión...más tipos de comidas, pero menos nutrición.

Estos son días de los ingresos, pero más divorcios, de casas fantásticas, pero más hogares destrozados. Estos son días de viajes rápidos, pañales desechables, no dar importancia a la moralidad, tomar las cosas a la ligera, cuerpos con sobrepeso y píldoras que hacen de todo, desde alegrarte hasta calmarte o hasta matarte.

Es un tiempo en el que hay mucho en el mostrador y nada en el almacén, un tiempo en el que la tecnología puede entregarte esta carta y un tiempo en que puedes escoger entre compartir este discernimiento o solamente olvidarlo...

VITAMINA Nº 41

UN SUEÑO

Ana siempre soñaba con agua. Desde su niñez, todos sus sueños tenían que ver con el agua. A veces, cuando al despertar los recordaba vivamente, le decía a su madre: "He soñado que nadaba bajo el mar, y que veía ciudades sumergidas", o "Anoche he visto en un sueño que hay gente viviendo entre los peces y las algas". Por supuesto, su madre sólo pensaba que tenía una hija muy fantasiosa e imaginativa.

Esto le extrañaba un poco, porque vivían en un pequeñísimo poblado de pescadores en la costa Norte de España, no muy cerca de San Sebastián y casi llegando a la frontera con Francia.

Prácticamente aislada del mundo, y de una sencillez pueblerina, la gente de aquél lugar sólo hablaba de cosas de la vida, sus quehaceres y trabajos, y tal vez, de política, aunque las novedades no llegaban muy rápido hasta ellos.

Pero Ana siempre, siempre soñaba maravillosas escenas con agua. Adoraba ir a sentarse frente al mar, en una pequeña bahía con una franja estrecha de arena entre la orilla y las duras y escarpadas piedras del acantilado. Su mente se escapaba volando, o nadando, mientras ella entonaba canciones inventadas, sobre delfines, y caracoles, y campos de coral.

Entretejía historias de hijos del mar enamorándose de muchachas de la tierra, pescadores hechizados por las sirenas o tesoros descubiertos en un naufragio. Iba todas las tardes a sentarse en su playa escondida, y desaparecía largas horas de su casa. Muchas noches, le decía a su madre "Me enamoraré y me iré lejos, pero te veré desde ahí donde esté, mamá". La madre, seguía pensando que su veleidosa hija soñaba demasiado, pero sonreía.

Una noche, Ana no volvió a su casa, ni tampoco lo hizo un día, un mes, o un año después. En realidad, nunca más se supo de ella. Su madre estuvo triste, pero de una forma extraña, no demasiado triste. Nadie comprendía su actitud, pero solía decir "Mi Ana está bien, está feliz, yo lo sé".

Se inventaron historias de secuestro, de huida, de desapariciones fatales. Pero la madre de Ana, les decía siempre lo mismo. Con el paso ineludible del tiempo, todos olvidaron y siguieron con sus vidas.

Muchas estaciones después, cuando un atardecer brumoso la anciana madre caminaba hacia la playa entre las suaves sombras , tras ella venía un pescador del pueblo, con sus redes y canastos. La vio bajar hasta la arena, y sentarse en una piedra grande, casi sobre el agua. La anciana encendió un farol pequeño, se acomodó el abrigo, y comenzó a cantar una canción sobre seres del océano, algas y delfines que saltan sobre las olas. El pescador pensó "Pobre mujer, ha perdido la razón con tanta soledad", y siguió su camino.

Nadie vio cuando la anciana hizo brillar más la luz del farol, ni oyó que dejó de cantar un instante, para seguir luego, con más alegría pero suavemente, como acunando a un niño. Nadie vio cuando a la luz cómplice de la luna, tres cuerpos brillantes y hermosos surgieron desde el mar. Nadie vio tampoco, cuando la anciana tomó en sus brazos al más pequeño de los seres, y lo meció delicadamente. No hubo nadie que viera a Ana, bella y joven para siempre, abrazar a su madre con ternura, y ponerle en el cabello una ramita de coral rosado.

Tampoco hubo testigos del amor entre Ana y el Hijo del Mar, aquí con ellas. Cuando debieron irse, la anciana les dijo "Hasta mañana, amores míos, si no hay tormenta, aquí los esperaré". Ellos la besaron, y caminaron hasta pasar la suave rompiente, internándose en el mar. Agitaron las manos, y desaparecieron.

Nadie en el pueblo lo supo nunca. Nadie los vio jamás.

Dedicado a los que sueñan , y a las madres, que aman sin límites.

VITAMINA Nº 40

AUNQUE NO SEAS ARTISTA

Aunque no escribas libros, eres el escritor de tu vida.

Aunque no seas Miguel Ángel, puedes hacer de tu vida una obra maestra.

Aunque no entiendas de cine, ni de cámaras, tu existencia puede transformarse en un film primoroso con Dios de productor.

Aunque cantes desafinado, tu existencia puede ser una linda canción, que cualquier afamado compositor envidiaría.

Aunque no entiendas de música, tu vida puede ser una magnífica sinfonía que los clásicos respetarían.

Aunque no hayas estudiado en una escuela de comunicaciones, tu vida puede transformarse en un reportaje modelo.

Aunque no tengas gran cultura, puedes cultivar la sabiduría de la caridad.

Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración.

Aunque tangas cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de espíritu.

Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior.

Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede sonreír.

Aunque tus manos conserven las cicatrices de los problemas y de las incomprensiones, tus labios pueden agradecer.

Aunque las lágrimas amargas recorran tu rostro, tienes un corazón para amar.

Aunque no lo comprendas, en el cielo tienes reservado un lugar...

Todo, Todo... depende de tu confianza en Dios y de tu empeño en SER digno hijo suyo.