miércoles, 9 de febrero de 2011

VITAMINA Nº 5

UNA ENTRVISTA CON DIOS

Un hombre, de unos 45 años aproximadamente, consiguió una entrevista con Dios. Una entrevista con Dios, algo imposible, pero él lo consiguió.

Llegó temprano a su hogar, lavó su coche, se duchó, se arregló como nunca, se puso sus mejores prendas, se perfumó y salió con dos horas de antelación. En el camino, tuvo problemas gravísimos. Le cogió un aguacero, pinchó una rueda, le cogió un atasco de tráfico. Estaba detenido en el atasco y los minutos pasaban inexorablemente.

De pronto vio que se le acercaba un niño por el arcén vendiendo miserables cajitas de dulce y pañuelos de papel. Se paró junto a su ventanilla y pudo ver una churretosa carita que le ofrecía una sonrisa junto con sus cajitas de dulce. Vio como tiritaba de frío por la humedad de sus ropas y este hombre con un gran sentimiento de piedad y espiritualidad, buscó su cartera para comprarle una cajita de dulces.

Al girarse para tenderle las monedas, vio que el niño no estaba. Al abrir la puerta de su coche se dio cuenta de que aquel niño estaba tumbado en el suelo presa de un ataque de epilepsia. El hombre inmediatamente lo tomó entre sus brazos, le sacó la lengua para que no se la mordiera, lo subió en el asiento del lado de su coche, y con mucha dificultad salió del embotellamiento como pudo. Lo llevó al hospital, se los entregó a las enfermeras y se quedó unos minutos para ver si el niño reaccionaba.

El niño fue recobrando el conocimiento y el hombre se acercó y le dejó unas monedas en su bolsa y le dijo: Me tengo que marchar, tengo una entrevista con Dios y voy a llegar tarde, es la cita más importante de mi vida y no puedo faltar. El hombre se marchó corriendo hacia su coche.

Retomando el camino hacia su cita, los minutos corrían inexorables. Y al llegar al lugar de la cita, consultó su reloj y se dio cuenta que había llegado 10 minutos tarde. Y Dios ya se había ido. El hombre se encolerizó y dijo: Dios mío ¿porqué no me esperaste?. Tú sabes que tuve que atender al niño. Solo 10 minutos Dios mío. He esperado toda una vida y tu no me has esperado tan solo 10 minutos......

Desconsolado se sentó en el capot del coche, llorando amargamente. De pronto, en la oscuridad de la noche vio el rostro de aquel niño, ahora luminoso y sonriente que le decía:

Hijo mío. No pude esperarte. Salí a tu encuentro.

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PARECE SER QUE ESTE APARTADO ES PARA MENSAJE DE FORMULARIO, VEREMOS QUE ES.